viernes, 19 de noviembre de 2010

EL NIHILISMO



1.1 ORIGEN Y DEFINICIÓN

El término se utilizó por primera vez para designar a los herejes cristianos durante la edad media. En Rusia se aplicó entre 1850 y 1860 a los jóvenes intelectuales que, bajo la influencia de las ideas occidentales, repudiaron el cristianismo, consideraron a Rusia como una sociedad atrasada y opresiva, y abogaron por el cambio revolucionario. Se llamó también nihilismo al sentimiento de desesperanza que surge en la Rusia del siglo XIX tras las reformas de Alejandro II. En este caso, los nihilistas pretendían romper con la tradición y fundar una sociedad de base científica inspirada en Comte. Se trataba pues de una ruptura con el romanticismo anterior.

Nihilismo, es una palabra derivada de la latina nihil, que significa «nada». No tratamos aquí de las elaboraciones filosóficas de autores como Nietzsche, Heidegger, o Sartre, que merecerían un tratamiento más especializado, sino del nihilismo materialista corriente. Muchos millones de personas no son nihilistas, pero también hay muchos millones que sí lo son, más o menos explícitamente, porque, en el fondo piensan que el hombre viene de la nada y vuelve a la nada. Entre nada y nada tenemos la materia y nada más. Esta creencia es un virus bastante contagioso y conviene rebatirlo, porque hunde al hombre en pesimismos u optimismos infundados, lejos de la alegría profunda para la que hemos sido creados; y le acercan en cambio a las distintas formas de violencia que invaden el planeta: violencia física, moral, verbal, psicológica, masoquista, profesional, familiar, política, etc.

1.2 NIETZSCHE Y EL NIHILISMO

Para Nietzsche toda cultura que crea en la existencia de una realidad absoluta, realidad en la que se sitúan los valores objetivos de la Verdad y el Bien, es una cultura nihilista. En la medida en que el cristianismo concentra esta realidad absoluta en la figura de Dios, a la que le opone el mundo de las cosas naturales, y en la medida en que, según nuestro autor, dicho mundo “superior” es una pura nada, la cultura cristiana, y en definitiva toda la cultura occidental, es nihilista pues dirige toda su pasión y esperanzas a algo inexistente (el Dios cristiano, el Mundo Ideal y Racional de los filósofos), despreciando de modo indirecto la única realidad existente, la realidad del mundo que se ofrece a los sentidos, la realidad de la vida. En “Así habló Zaratustra” representa Nietzsche este modo de mostrarse el espíritu con la figura del camello, símbolo de la aceptación  resignada  de las mayores cargas.

Nihilismo activo: es también nihilista la filosofía que intenta mostrar cómo los valores dominantes son una pura nada, una invención; la filosofía nietzscheana es nihilista en este sentido pues propone la destrucción completa de todos los valores vigentes y su sustitución por otros radicalmente nuevos (propone la “transmutación de todos los valores”). Este nihilismo es una fase necesaria para la aparición de un nuevo momento en la historia de la cultura, para el reencuentro con el “sentido de la tierra”, la aparición de una nueva moral y de un nuevo hombre, el superhombre. En “Así habló Zaratustra” representa esta figura del espíritu con la metáfora del león (por su agresividad, su capacidad destructiva).

Nihilismo pasivo: es una de las consecuencias de la “muerte de Dios”, aparece por  la consciencia del carácter radicalmente infundado de la creencia en lo sobrenatural, de la creencia religiosa en el mundo del espíritu. Durante siglos nuestra cultura ha considerado que los valores descansan en algo trascendente, que existe un ámbito objetivo gracias al cual la existencia tiene sentido. La vida tiene un sentido porque algo exterior a ella se lo da. Con la muerte de Dios sobreviene la crisis del sentido y el convencimiento de que la existencia es absolutamente insostenible, vacía, carente de sentido. El “nihista pasivo” no cree en ningún valor, puesto que considera que todo valor es posible sólo si Dios existe, y Dios no existe; termina en la desesperación, la inacción, la renuncia al deseo, el suicidio. En este momento crítico encontramos el nihilismo en la desesperación de los que consideran que nada tiene sentido ni valor por no existir aquello que debería ser el fundamento de todo sentido y valor,  Dios. Aquél que dijese que si Dios no existe todo está permitido, aquél que desesperase de la vida y se levantase en contra de ella por considerar que ésta solo puede tener su fundamento en algo ajeno de ella y que dicho fundamento no existe, ese sería también nihilista.

1.3 EL NIHILISMO Y LA RELIGIÓN

Nietzsche uno de los autores más radicalmente subversores de todos los tiempos, pues descubre que tal nihilismo no es otro que el omnipresente en la tradición occidental desde Sócrates y Platón: la tradición que circula por el cristianismo, la moralidad, el humanismo, el racionalismo, el idealismo y el socialismo y que se caracteriza por el rechazo de la vida, del mundo, de la naturaleza, del cuerpo, del ahora y aquí. La tremenda acusación de Nietzsche, sin embargo, va mucho más allá de la identificación del cristianismo con el nihilismo-implícito y negado, claro está-: incluye la práctica totalidad de la tradición social, filosófica y cultural de Occidente. El decadentismo, el pesimismo, el spleen, la malheur, el malestar de la cultura o la angustia existencial que comenzaban a manifestarse en su época no eran sino la consecuencia y el resultado no deseado y negado como tal resultado-del profundo nihilismo implícitamente dominante en la tradición occidental. Este nihilismo implícito es una reacción contra la cosmovisión anterior a su advenimiento que Nietzsche llama aristocrática y aun trágica. Se refiere esencialmente a la época arcaica y presocrática de los griegos: época regida por una moral de señores, por los dos principios apolíneo y dionisíaco. Posteriormente la tradición occidental eliminó el segundo. Ésta es nihilista porque ha mantenido siempre una declarada guerra contra la vida y el mundo presente desde aun pretendido mundo trascendente de la verdad y la revelación. En esta perspectiva, religión y metafísica se dan la mano y se identifican en lo esencial: entronizan una verdad y un ser supremo a los cuales lo sacrifican todo. El anhelo de verdad y de revelación que alienta tanto en la metafísica como en la religión se cobra el precio de la vida más propia, mundana e individual, y por tanto es «voluntad de nada», de «muerte». El persistente intento de sustraer al hombre todo instinto, impulso, deseo y pasión ha motivado que el anhelo consustancial al ser humano-su conatus en términos de Spinoza-, no encontrando ningún cauce por donde circular, se revele contra sí mismo: «el hombre prefiere querer la nada a no querer » (La genealogía de la moral). El resultado de todo ello es el auto odio del hombre, la negación y la autodestrucción. Así identifica Nietzsche la sumisión a Dios, el reduccionismo al ser y lo idéntico, el ascetismo y el conformismo y todos los valores ideales y trascendentes.

Así las cosas, Nietzsche entendió que la situación esencial de su tiempo y en cierta manera del futuro conducía necesariamente a la elección entre tres posturas o actitudes que corresponden a la clasificación de los tipos de nihilismo. Por una parte, cabe la posibilidad de continuar negando la «muerte de Dios» y cerrar los ojos a la realidad de los tiempos, de permanecer en un nihilismo implícito que niega ser lo a pesar de su consustancial enemistad con la vida y que incluso cree reaccionar contra el nihilismo al reivindicar los viejos valores-sin darse cuenta de que con ello no provoca sino la profundización del proceso y el bloqueo de cualquier alternativa o salida.

El nihilismo: es la experiencia histórica inevitable e irrenunciable de esto. Como es inevitable, debe ser considerado “ontológico”. Entonces es la experiencia ontológica de la desesperanza. Como vemos, esta definición del nihilismo es compatible con las características del mundo tecnológico: ambos se instalan como una totalidad de la que no podemos salir. Ahora bien. En referencia al cristianismo, Vattimo afirma que su propio sentido social y moral se halla en gran medida cumplido en este mundo tecnológico mismo. Este mundo nihilista cumple ilusiones para las que la religión cristiana daba antes esperanza, porque antes estas esperanzas no se podían realizar (no en este mundo). Vattimo piensa en experiencias como el bienestar material real o deseado de las sociedades avanzadas y en la ideología de los derechos universales y la democracia, que serían los efectos “buenos” del nihilismo. En lugar de rezar cuando tenemos un resfriado, tomamos una pastilla. Si el resfriado persiste, el consejo es “consulte a su médico” y (ya) no, por ejemplo, “vaya al sacerdote”. Si no podemos pagar la pastilla, reclamamos nuestros derechos.

Si antes del nihilismo la religión fue (actuaba como) “fundamento” de nuestras esperanzas de bienestar y justicia, es evidente que la historia de la realización de estos bienes es también la historia del fin de la religión, al menos como forma de relacionarse con lo sobrenatural. Lo sobrenatural se habría vuelto innecesario. Es la naturalización de la religión o su “secularización”. Su logro paulatino en la historia moderna pasa a ser también la historia del sinsentido de la religión; la secularización de la religión significa su trasvase desde el mundo de lo numinoso al de la técnica. En principio, en un mundo global esta afirmación debería ser cierta para cualquier religión, pero lo es especialmente de la religión cristiana y aun del catolicismo por un motivo peculiar, que el propio Vattimo ha señalado: hay una conexión de paralelismo histórico entre tecnología, nihilismo y cristianismo. 

Desde el punto de vista de sus efectos la historia de uno es indiscernible de la de los otros. De esto concluye Vattimo que la historia de la metafísica como nihilismo es también la historia del cristianismo. En efecto. Esto es cierto en la medida en que la realidad efectual del mundo tecnológico acaece como un sentido histórico desde y en función del cristianismo. La técnica es un cristianismo nihilista, cuyo énfasis en la institucionalidad religiosa va, no a lo sobrenatural o lo divino, sino a la corrección moral, que es también una tecnología.

1.4 EL NIHILISMO, DIOS Y LA NADA

Los autores cristianos suelen decir que Dios crea «de la nada». Pero hay que advertir que ésta es una expresión del acto creador abreviada (la completa es: ex nihilo sui et subiecti). Dios no toma una poción de «nada» y le infunde el ser o la existencia. El acto creador es una maravilla de poder y generosidad. Crear es donar el ser (o la existencia, si se prefiere) que no había. No es dar el ser a algo preexistente. Es darlo del todo, porque antes de ser creada, la creatura «no es», a no ser de un modo ideal en el pensamiento de Dios. Antes de ser creada, la criatura no era la nada, ni una porción de la nada. Creación es donación total del ser. Precisamente porque la nada es nada, las cosas existentes -que no pueden venir de la nada- postulan la existencia de Dios (que es El que es). La creación tampoco se ve en sí misma, pero se ven sus resultados, las criaturas. Esto tiene sentido y desvela el sentido de la existencia.

CONCLUSIONES

El nihilismo crítica a la religión de una forma negativa, pues reprocha las consecuencias que ha tenido dentro de la sociedad, pero en si da a conocer que la religión es una especie de nihilismo negado pues tiene como fundamento la creencia en la nada.

No son visibles las críticas positivas, aunque toma a la religión, la metafísica, la fe, los valores, la moral y la ética como medios para llegar a un fin el cual será  efectivo si se eliminan todas la  preconcepciones y se retoma un camino con nuevos ideales, una reconstrucción del ser.

En algunos casos se toma al nihilismo como causa del terrorismo fundamentalista religioso, pero cabe resaltar que el nihilismo es ajeno a los ideales religiosos.

Se considera la religión como mecanismo de presión de la sociedad y  del individuo, aunque nihilista para algunos autores, es lógico que la creencia religiosa se basa en la adoración de la “nada”, dios, algo erróneo en comparación con el nihilismo, pues se establece la existencia de un dios como la parte externa e interna del ser humano, alguien que le da significado a su vida y existencia, algo que va en contra del nihilismo pues supone un fin a algo que no lo tiene.

El nihilismo es una ideología incrustada principalmente en la sociedad occidental.

La idea central del nihilismo es el concepto de la nada, en donde la vida, los valores y principios no tienen significado, solo tiene significado lo que se pueda experimentar en ella, deduciendo que todo valor objetivo en el cual se base la vida es erróneo pues considera que la mera existencia no depende ni de terceros, ni de nosotros y su representación carece de todo fin.

Como podemos ver existen dos concepciones de nihilismo, la primera llamada nihilismo activo, el cual se basa en la eliminación de todo dogma, preconcepción, costumbre y estructura para renacer y reconstruir una nueva existencia; y el nihilismo pasivo, basado en el miedo a la muerte de dios, la pérdida del significado de la vida y la desolación, que conllevan a la violencia, el suicidio y la autodestrucción.

El nihilismo tiene muchas interpretaciones, la mayoría de ellas estudiadas en los diferentes textos, demuestran que la vida a pesar de no tener significado según el nihilismo, se la trata como un medio, que siendo un proceso tienen un significado, este significado se da en la reconstrucción del ser humano, la eliminación de un edificio y la construcción de otro con nuevos materiales. También se reconoce a la religión como nihilismo, más que todo en el aspecto de creencia en la nada, pero que retomando las diferentes lecturas y autores no es más que una esclavización del hombre, un dogma que el nihilismo trata de eliminar. Si se ha de tomar al nihilismo dentro de la religión se debe reconocer como un nihilismo pasivo, como un efecto maligno en la sociedad, si la muerte de dios nos enseña algo, es que para la llegada de esa desolación o apocalipsis se debió haber creado un medio (la religión) para ese fin tan lamentable (la destrucción). La religión como un aspecto infantil de un ser superior.

Se podría decir que la religión en comunión con el nihilismo termina adorando, cabe recalcar que ambas disponen de la magnificación de la nada, esa adoración la dan en un aspecto positivo del ser pues dispone que aunque la nada existe esta controla todo el ser, y el hombre debe todo a su disposición. Lejos de recrear ambientes diferentes, pareciera renacer la relación entre la religión y la metafísica, aunque una se base en un dios, “nada”, la otra es “nada”, pero lo que las diferencia es que la una quiere eliminar a la otra, el nihilismo invita o a la eliminación de la primera de forma activa, razonable, entendiendo la superación del hombre a los miedos que invitan los valores y las creencias; o pasiva, en la que el hombre espera creer en un dios al cual el tiempo va desgarrando, estallando en una desolación y violencia porque dios ha muerto y la fe no es suficiente, pues la palabra pasiva debe entenderse como el tiempo en el cual la religión va perdiendo el sentido en la vida del hombre, sentido que era primordial, pues llenaba sus vacíos, los mismos que sembró para establecerse en la sociedad. Su dios no solo murió para la sociedad sino para sí mismo. Con esto podemos decir que el Nihilismo es una construcción de la nada, se necesita eliminar todo para establecer lo nuevo, la vida no tiene significado religioso, solo un significado irónico, no somos nada en la nada.

 BIBLIOGRAFÍA

MAYOS, Gonçal. “El nihilismo: Escritos póstumos”. 1998.

NIETZSCHE, Friedrich. “El Anticristo”. 1888.

NIETZSCHE, Friedrich. “Así habló Zaratustra”. 1883.

OROZCO, Antonio. Ensayo “el nihilismo actual” (Publicado en ESCRITOS ARVO, SUPLEMENTO, Febrero 2000).

RIVERA, Víctor Samuel. “La religión en el tiempo del nihilismo”. 15 de Julio 2010.

Organización Adilkno. Nihilismo contemporáneo. Acerca de la inocencia organizado.

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